EL MUNDO DEL BACÁN DE QUEQUÉN
Enero de 1990, vacaciones, con gran esfuerzo había comprado una modesta casa en Quequén, a dos cuadras del mar. Tipo 9 de la mañana compré el diario, tomé una silla playera y me fui a la playa, nadie andaba. Mis pequeños hijos y mi esposa dormían.
Esa soledad marina matutina era ideal para descansar de estres del gremialismo.
Sentado a la orilla de la lengua del mar, sintiendo como rompían las olas y leer el diario en la playa era una excelente experiencia. De pronto se apareció de la nada y sentí una voz ronca que dijo: vos, si que la pasas bien, sos un bacán. Se paró frente a mi diciendo como se te nota que disfrutas del mar y la playa y te olvidas de todo. Lo miré, era el entrañable amigo Adriano Cellentano. Hablamos un rato recordando anécdotas y riendo con ganas y al final como llegó se fue, mientras se alejaba murmuraba: hoy sos un bacán.
Son hechos irrepetibles.
Uno no es el mismo, las playas se han vuelto populosa y el amigo no volvió más.