jueves, 21 de abril de 2016

LA BESTIA Cuento ganador del Certamen Viajeros al tren de Norberto Tomas

La Bestia
Imaginen dejar Guatemala al desamparo nocturno de una balsa derivando el Suchiate, esconderse entre basurales y vegetación, mendigar comida callejera y esperar el comienzo de la pesadilla: llegar a Ciudad Juárez. Cinco mil kilómetros de vías entre paisajes cultivados y matorrales, selvas tropicales, montañas desérticas, pueblos sin ley y metrópolis mexicanas; poblarán de fantasmas el borde de los Estados Unidos.
Imaginen viajar en grupos y quedarse inevitablemente solos. Madrugadas de alambrados, galpones desvencijados, dormitar sobre taludes y esperar el paso hermético del carguero. Correr. Buscar una tolva con chatarra y agarre seguro. El silo cementero con salientes enrejadas. Un vagón donde guarecerse; darse ánimo mientras suena algún disparo. La noche y el tren empiezan a rodar. El primero que llega al vagón trepa y ayuda. Aferrarse como sea. Equilibristas del aire titubeamos sobre el techo resbaloso donde encontraremos consuelo entre desconocidos. No estamos solos, pero estamos en viaje. El que oficia de pasamanos grita buscando respuestas allá abajo, alguien tropezó bajo el estrépito de la marcha.
Imaginen un paisaje que cambia todos los días. Sentados, acostados, abarrotados. Una muchedumbre congestiona la planchada de la columna. Cientos. Corre la voz de un descarrilamiento mortal camino a Veracruz. Abrazarse ante una frenada brusca, una marea de desahuciados grita sobre un puente siniestro en Tamaulipas. Semanas de hambre, calores sofocantes y frío nocturno. Tormentas repentinas empaparán de velocidad a la luna, sequías
extremas desgarrarán la piel, andrajos de ropa balbuceando un plato de comida. Maltrechos y sonrientes con el hermano que al instante ya no estará.
Imaginen extremar precauciones y advertencias. Mujeres sin auxilio posible. Un joven conocerá a su padre en Detroit. Madres hondureñas buscan restos disecados en el infierno de Sonora; y el Centro de Rehabilitación Buen Pastor rebalsa mutilados. En toda su extensión el sistema ferroviario es una fábrica de hacer mendigos. Un ejército marginal rogando otra noche sin pillajes, la incertidumbre del nuevo día. Desconfiar es el lema que une pero también separa. Lo poco que se tiene es mucho para el que no tiene. Un centavo, una tortilla de maíz, un número telefónico del familiar que espera cruzando el río Bravo; son botines preciados. Está prohibido dormir durante la vigilancia ante tanta zozobra. Salir del territorio Mara, ingresar la región de los Zetas, escapar de pandilleros en Nogales, y dicen que Nueva Laredo será sangrienta. Mientras tanto, lo peor de cada día: retenes de policías reclamando su tajada.
Imaginen accidentes, robos, violaciones, secuestros, extorciones y matanzas. Cárceles, hospitales, refugios de lisiados, establecimientos mentales, fosas comunes y tumbas sin nombre.
Imaginen otra bifurcación, un nuevo ramal. Cambiar de líneas, correr detrás de aquella formación, esperar por otra y volver a empezar.
Imaginen desaparecer. Que nadie los vea pasar montados sobre la esperanza del migrante.


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