lunes, 13 de julio de 2015

REFLEXIONES EN LA VOZ DEL QUEQUEN

Hace unos meses me invitaron a participar de un programa político radial, que se puede ver y escuchar por Internet en el blog "la voz del quequen" todos los sábados de 9 a 13 horas, (hora argentina) y junto con el Comandante Montonero Rodriguez y Daniel Picardi comenzamos  a entrevistar a candidatos a Intendentes les preguntamos de todo y algunos responden a todo y por ello va mi reflexión en este blog. Dicen que nos miran mas de 5000 personas por Internet, ¿será la revolución comunicacional?

En vísperas de elecciones en dos ciudades como Necochea y Quequén uno ve que los candidatos a ocupar cargos políticos se han humanizado, la trasformación es tan grande que se los puede ver con niños y ancianos sacándose fotos, visitándolos y  prometiéndoles un mundo mejor. La sonrisa que nos corresponden es amplia y a cada segundo saludan con efusividad a quien se le cruce y muchos creemos que por arte de magia se va a terminar la codicia y que el mundo se volverá más solidario.


    Ayúdate es un principio irrefutable que encierra en muy pocas palabras el resultado de una inmensa observación humana, que el Cielo ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismo. El espíritu de la ayuda propia es la fuente de toda auténtica mejora en el individuo. Lo que se haga para los hombres anula hasta cierto punto el estimulo y la exigencia para hacerlo para sí mismo.
Tengamos en cuenta que ni aún las mejores instituciones pueden dar al hombre una ayuda eficaz durante mucho tiempo pensamos que la felicidad y el bienestar nos lo brindaría el estado y de ahí que legislar ordenanzas es valorado excesivamente.
 Cada día que pasa comprendemos que la función del Gobierno es restrictiva y negativa, más bien que activa y positiva; reduciéndose a la protección de la vida, de la libertad, y de la propiedad. Son ciegos que guían a ciegos y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán al hoyo (Mateo 15,14) Las leyes, sabiamente dirigidas, proporcionarían seguridad a los hombres en el goce de los productos de su trabajo, ya sean intelectuales o manuales, pero ninguna ley, por forzosa que sea, podrá hacer trabajar al haragán, previsor al derrochador, sobrio al ebrio, virtuoso al vicioso. Estos hechos sólo pueden ser realizados por medio de la acción individual, la economía y la abnegación. Por prácticas mejores, más bien que por grandes derechos.

    
 El gobierno de una nación no es nada más ni nada menos que el reflejo de los individuos que la componen. El Gobierno, que está más alto que su pueblo será arrastrado hasta su nivel, así como el Gobierno que esté más bajo que él, al fin será elevado. El pueblo noble será gobernado noblemente, y el ignorante y corrompido lo será innoblemente. El progreso nacional es la suma de la laboriosidad individual, de la energía y de la rectitud, como la decadencia nacional lo es de la indolencia individual, del egoísmo y del vicio. Los males sociales no son más que el producto de la vida pervertida del hombre, y aunque nos esmeremos en extirparlos por medio de leyes sólo conseguimos que broten de nuevo más vigorosamente. Sólo mudaran cuando mejoremos las condiciones de vida personal y el carácter. Se deduce aquí que el patriotismo y la filantropía más elevados consisten no tanto en el cambio de leyes o instituciones, como en ayudar y estimular a los hombres para que se eleven y mejoren por su propia acción libre e independiente.
   No es el mayor esclavo el que está dominado por un tirano, por grande que sea ese mal, sino aquel que sirve de juguete a su propia ignorancia moral, al egoísmo, y al vicio. Los pueblos que están esclavizados de ese modo no pueden ser liberados por un simple cambio de amo o de instituciones. Los cimientos sólidos de la libertad deben descansar sobre el carácter individual, que también es la única garantía segura a favor de la seguridad social y del progreso nacional. El espíritu de la ayuda propia es el rasgo característico de las naciones pujantes. Elevándose sobre las cabezas del conjunto, siempre se los halla sobre una serie de individuos distinguidos sobre los demás, que se merecen el respeto público. Pero el progreso de una Nación se debe a esa multitud de hombres más pequeños y menos conocidos.


                                                                                         Carlos Bonserio, junio 2001