Ausencia
Caminando anchas llanuras, sierras y montañas
te has ido tren, con tus acompasados pasos
desde tiempos ya lejanos,
bajo cielos claros,
a dormir la siesta sobre los duros quebrachos.
Te acunan el soplo de los vientos de la pampa,
soles inclementes,
los fríos de la escarcha,
ásperos gritos de chajá
y silbos de perdiz, preludio de noches estrelladas.
Duermen contigo los largos y oxidados brazos
que enhebraron horizontes
tajeando los altos y pardos pastizales de la patria
y tus esfumados vapores, tren,
que niegan su vuelo hacia las nubes claras
Detrás de tus bielas veloces y raudas ruedas rojas,
de tus suspiros, tus leños y tus fuegos,
se fueron con vos las viejas estaciones,
la encomienda para el hijo y la esperada carta,
las cargas, los pitos, las campanas,
los ojos ansiosos, fijos donde la visión se agota
ávidos de la estela oscura que palpita tu llegada.
En desiertos andenes, entre la hojarasca
murmuran aún las voces agitadas de la espera,
anhelos e inquietudes de viajeros,
los abrazos, el llanto en la partida,
la alegría del regreso,
la mano del guarda que atusa su bigote
y el telegrafista en la ventana
bajo la mirada atenta del reloj, cercano al techo.
Con la brisa resuena quedo tu silbato en los cristales,
rayos y truenos albergan tus chispas y rugidos
y un yuyo mustio te ha guardado el humo
para que no lo robe la envidiosa nube de tormenta.
En un rojo atardecer que contrasta un monte
descansan tu cansancio de rodar,
las fatigas del vapor, tus aceros marrones
las miradas perdidas en sueños y grises lejanías
sudores de quebracho y de carbón,
la puntualidad que registra la libreta,
las bromas del peón y el guardavías,
la señal, el farol y la barrera.
Dónde estará la pluma que te condeno al letargo.
Donde, el hombre aquél que condenó al hombre
a la ausencia de trabajo.
En qué fosa, de cual abandonado galpón,
quedó guardado, decime tren, tu silbido del final,
anunciando tu partida hacía el ocaso.
Autor: OSCAR JOSÉ ROLLERI