domingo, 7 de diciembre de 2014

9° MENCION GENERAL CERTAMEN INTERNACIONAL DE POESIAS VIAJEROS AL TREN

 Y VOLVÍ DE NUEVO

Y volví de nuevo, como siempre
desde hace tanto tiempo,
a la estación de nuestro encuentro por noviembre,
gélido,con su grisalla, vendavales  y granizo
y un cielo disfrazado de fantasma bondadoso
que no da miedo ni a un niño asustadizo


Nos vimos primero en la cantina.
Nos miramos y volví los ojos al libro
de Víctor Hugo, mi amor de aquellos días.



Después en el tren, sentados frente a frente,
yo miraba la estampa triste y bella del paisaje mojado por la lluvia.
Tú me bebías el rostro. No quiero saber tu nombre,
severo y hosco, dijiste. Te llamaré Frimaire. Frimaria. Escarcha.
Yo  a ti, repliqué burlona, Nada, Nadie. Risueño me enviaste un beso
con la punta de los dedos que llegaron a  mi boca
estremecida por esas diez caricias con alas.


El tren de cercanías se detuvo.
En el bar del apeadero sentí su mano en la mía.
Una venda de silencio nos unió.
Pero, desesperadamente, gritábamos
Tequieronomeolvidesnosamamossepararnosesuncrimen
noseremosasesinosdelincuentesdesteamorreciénnacido.

De regreso al tren, tras un café y cigarrillos,
callados, dejamos hablar a las pupilas dilatadas
por el miedo al terrible adiós ya tan cercano.
Y hundidos en el pozo del silencio llegamos.
Entonces nos dijimos que nuestro amor no moriría
a pesar de las madrugadas frías,  de la tristeza
de las tardes de la primavera pálida,
de las nieve del invierno y las hogueras del verano,
y nunca jamás bajaríamos de nuestro tren trotón y alegre
y siempre iríamos en él, sin despedidas.

Sin tocarnos y muy heridos, nos separamos.
Una mujer te gritó: Alberto, Alberto, y me apuñaló
con tu nombre. Ya no eras Nadie ni Nada.
Ni yo Brumaire, Brumaria, Escarcha.


Y  corriste a su encuentro. Y vuestros besos
y el largo abrazo congelaron mis labios y me mataron.

Pero luego me buscó tu mirada.  No aparté la  mía
de zombi, muerta viva  ni sequé las lágrimas de rabia y cobardía
por no gritarte: Espérame, maldito amor mío.

Es noviembre y volví a  la estación de nuestro encuentro,
museo hoy del Ferrocarril, amado por los niños y los  viejos
y subí a un tren dormido y jubilado a leer como siempre
los  versos que me hacían llorar recordando a Nada, Nadie,
Ulises que  cruzó mi vida aunque no fui su jamás su Penélope.



SEUDONIMO : de Penélope no
 Autora Carmen Gómez Ojea 
España

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