La otra
El Miura zarpó de Quequén, hizo
dos bramidos como despedida, llovía
Un gris total me envolvía. Vos
atravesabas la distancia en el navío.
Empecé
a sentir el frío de la despedida; y recordé la noche en que nos conocimos:
Fiesta de los Pescadores en la villa costera; y el destino, que jugaba con la
sorpresa, nos llevó hasta donde nos vimos.
Al
mirarnos sentimos el flechazo, me saludaste con tu acento español, ya no nos
separamos, reímos, bailamos y bebimos demasiado…; después fuimos abrazados
hasta mi puerta, subimos las escaleras, nos recibió mi cuarto, testigo del
romance que nacía como una historia prohibida.
Fue un idilio sin promesas; a vos
te esperaban en otras tierras, yo solo sabía que quería mi libertad
Al
marcharte, un ancla en nuestros corazones no dejaba soltar amarras, quedamos
encallados, tomados de las manos, soñando con un regreso. Después, fueron las
llamadas de los sábados a la tarde, cuando estabas a solas y ella no te oía, o
cualquier madrugada, cuando me avisabas que habías llegado a un puerto del
Caribe, y yo te decía: --Acá hace frío y el viento arrecia, ya no me importaba
ser la otra porque formaba parte de tu vida, aunque siempre me ocultarías.
Cuando volvías, cada incontables
meses, la separación se hacía pedazos, en esos días tirábamos a la basura la
distancia y olvidábamos en un cajón la lejanía.
Pero llegaba la partida, y con ella
la añoranza y la melancolía.
El
nuestro fue un amor sin ataduras, un tiempo corto, de pasión, y después la
espera, y el correr a la ventana para ver en el mar, ese un punto en el
horizonte que me anuncia que regresas.
Ahora
quiero soñarte, quiero entender que soy la otra, la que en Quequén te espera.
Ángela Beatriz Artigas
QUEQUEN
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