No es solo el puerto.
En los brazos, de su padre, mi
abuelo cuando era niño, apenas muestra visible la foto desde el ayer. La saco
un atardecer un fotógrafo extranjero, entre los cientos de obreros que eran
parte del plantel, que a la escollera del puerto le ayudaron a crecer.
Una legua, más o menos, el
cabalgaba a diario, llevando desde su rancho, recién salido del horno el pan
casero a su padre, que ha la hora del descanso de varios, saciaba el hambre.
El conoció a Don Greco, que
oficiaba en ese entonces, como práctico del puerto. De Gardella y Ángel Murga,
sabía de sus esfuerzos y el sueño de ver un puerto, mirando hacia el mar
abierto.
Al regreso hacia su rancho, por
contemplar el paisaje, sobre El Puente de las Cascadas, que cruzaba el Río Grande,
solía detener su marcha y aventurarse a la pesca.
Así fue como mi abuelo, al puerto
hoy centenario, fue viendo crecer de a poco, como crecieron sus años.
Siguió sus pasos mi padre que
junto al puerto, su hogar, construyo para abrigar, lo que hoy es, su
descendencia.
En el puerto desde joven por su
progreso él trabaja, con esfuerzo y la constancia de quienes fueron pioneros.
De los quehaceres diarios de su
labor en puerto, él me brinda hoy su experiencia agradeciendo ser parte, de lo
que ayer, fuera un sueño.
Al hablar del Puerto Quequén, mi
voz denota el orgullo, que siento, por lo que es, para mi pueblo y el mundo, el
hecho de existencia.
El puerto, no es solo el puerto,
es de mi vida su esencia.
Santiago MULLER
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