VIEJAS LEYENDAS
Un bostoniano
Más de
una tarde, los paseos de este anciano acaban en el filo del acantilado. De
niño, madre me regañaba por frecuentarlo; pero no existía mejor otero para
gozar el paso de los barcos que arribaban al puerto de Quequen o, rebosantes de
cereal, partían de sus muelles.
La
nostalgia me hizo reabrir el casón familiar, a poco menos de una milla del
faro. Que a Turín no la bañe el mar también ayudó lo suyo a mi vuelta. Cada vez
que le dedico una mirada a su blanquinegro porte, me ensueño perforando la red
con los colores de la Vechia Signora. De una temporada gloriosa en San Lorenzo
a la Juve y al estrellato mundial en los setenta…
Luego,
antes de deshacer la andada y sentarme en la butaca a devorar cualquier libro
pendiente, le agradezco que sus destellos no hubieran podido hacer mucho por el
Monte Pasubio.
El
vapor que enrolaba al abuelo encalló una noche de tormenta allá por el año 1924
y no todos los marineros que pisaron los arenales de Necochea regresaron a su
bota patria. A Edmundo Mozzafiato lo encandiló una dicharachera muchacha… Era
bello como la abuela Engracia. Juntaron las iníciales de sus nombres para
siempre, y de un naufragio…
Padre
fue hijo único. De él aprendí a desmarcarme y ese toque con endiablado efecto
que aportó tantos goles para el recuerdo de una miscelánea de hinchadas… Jugué
en tres grandes equipos, cierto es, pero ese sabor especial que dejaron los
gritados por los seguidores de la albiceleste… De sabores deliciosos va una
parte de la vida, como la silueta de esos imponentes navíos salvando el furor
del oleaje.
RUBEN MARTÍN CAMENFORTE
Licenciado en Historia por
la UAB. A ratos me entretengo escribiendo y algunos de mis relatos han logrado
hacerse un privilegiado hueco en algún que otro concurso literario como los
primeros premios en el Fundación Villa de Pedraza, Cuentamontes, El Laurel,
Manuel Rivas, Por la Tierra…
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